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Suplementos nutricionales: ¿Por qué son necesarios en la actualidad?

Suplementos nutricionales: ¿Por qué son necesarios en la actualidad?

La calidad de nuestra alimentación se ha visto comprometida en las últimas décadas, al punto de que hoy es posible estar sobrealimentados pero desnutridos. Es decir, muchas personas consumen suficientes (o incluso excesivas) calorías, pero no obtienen los micronutrientes esenciales que el cuerpo necesita para un funcionamiento óptimo. A continuación, examinaremos las razones científicas detrás de la disminución del contenido nutricional de los alimentos modernos y por qué la suplementación con vitaminas, minerales, proteínas, antioxidantes, adaptógenos y otros compuestos puede ser necesaria desde edades tempranas para mantener una buena salud metabólica, inmunológica y cognitiva, y promover un envejecimiento saludable.

Factores que reducen la calidad nutritiva de los alimentos

Diversos factores vinculados a la producción y procesamiento de alimentos han mermado su densidad nutricional:

  • Agricultura intensiva y suelos empobrecidos: Las prácticas agrícolas modernas buscan maximizar el rendimiento y la resistencia de las cosechas, a menudo a costa del contenido nutritivo. Estudios comparativos revelan “declives fiables” en proteínas, calcio, hierro, fósforo, vitamina B₂ y vitamina C en cultivos de frutas y verduras entre 1950 y 1999. Esto se atribuye al agotamiento de nutrientes en los suelos y a la selección de variedades de rápido crecimiento y gran tamaño pero menos nutritivas. De hecho, cada generación de cultivos modernos puede ser “menos buena para ti que la anterior” debido al empobrecimiento del suelo. El contenido mineral y vitamínico de vegetales frescos ha caído drásticamente; por ejemplo, entre 1975 y 1997 el calcio promedio en 12 vegetales descendió un 27% y el hierro un 37%. Hay casos extremos donde hoy se necesitarían ocho naranjas para obtener la misma cantidad de vitamina A que proveía una naranja en la época de nuestros abuelos. Estas tendencias preocupantes indican que, aún llevando una dieta supuestamente “saludable” basada en vegetales, podemos estar ingiriendo menos micronutrientes que en el pasado.
  • Procesamiento industrial de alimentos: Gran parte de los alimentos actuales pasan por procesos que disminuyen su valor nutricional. La refinación de granos (molienda) elimina el salvado y el germen ricos en fibra, vitaminas del grupo B y minerales, como ocurre al producir harina blanca o arroz blanco. Aunque a veces se “enriquecen” de nuevo con algunos nutrientes, es imposible reponer todo lo que se pierde, especialmente compuestos fitoquímicos beneficiosos. Otros métodos como el blanqueado, enlatado y cocción a altas temperaturas degradan vitaminas sensibles al calor y al oxígeno (sobre todo las hidrosolubles como vitamina C y ácido fólico). Asimismo, el uso intensivo de fertilizantes químicos puede alterar la composición nutritiva de los cultivos; por ejemplo, dosis altas de nitrógeno reducen el contenido de vitamina C en frutas y verduras. El resultado neto de la ultra-procesación es una oferta de alimentos con larga vida útil y sabor atractivo, pero a menudo empobrecidos en micronutrientes y fibra. Si bien la industria alimentaria suele agregar nutrientes sintéticos para fortificar ciertos productos, esto no compensa completamente la pérdida de la matriz nutricional natural de los alimentos.
  • Cambios en los hábitos alimenticios: El estilo de vida moderno ha traído consigo dietas más monótonas y desequilibradas. Ha aumentado el consumo de alimentos ultraprocesados ricos en calorías vacías (azúcares, harinas refinadas y grasas), en detrimento de frutas, verduras, legumbres y otros alimentos densos en nutrientes. Se estima que en países como EE.UU., cerca del 60% de las calorías provienen de productos ultraprocesados de escaso valor nutritivo. Estas elecciones dietéticas llevan a la paradoja de poblaciones con abundancia de alimentos pero insuficiencia de vitaminas y minerales. Como describen investigadores en nutrición, actualmente muchas personas “consumen dietas pobres en nutrientes” que no logran cubrir sus requerimientos micronutricionales, a pesar de un excedente calórico. Este desequilibrio contribuye a lo que la literatura denomina “hambre oculta”: deficiencias subclínicas de micronutrientes esenciales que pueden pasar desapercibidas pero comprometen la salud a largo plazo.

Deficiencias nutricionales en la población actual

Consecuencia de los factores anteriores, las deficiencias de micronutrientes (vitaminas y minerales) son asombrosamente comunes incluso en sociedades industrializadas. Un estudio global de 2024 reveló que más de la mitad de la población mundial no ingiere niveles adecuados de varios micronutrientes esenciales (aun considerando diferentes edades y regiones). Las carencias más extendidas a nivel mundial incluyen yodo (afecta al 68% de la población), vitamina E (67%), calcio (66%) e hierro (65%). Además, más del 50% de las personas consume por debajo de lo recomendado en riboflavina (B₂), folato (B₉), vitamina C y vitamina B₆. Incluso nutrientes con menor índice de insuficiencia, como la niacina (B₃), presentan una ingesta inadecuada en cerca del 22% de la población global. Estas brechas nutricionales “comprometen la salud y limitan el potencial humano a escala global”, advierten los especialistas.

Cabe destacar que las deficiencias no son exclusivas de países de bajos ingresos; también se observan en naciones desarrolladas. Por ejemplo, la deficiencia de vitamina D es casi endémica debido a la vida principalmente indoor y el uso de protector solar: en Estados Unidos hasta un 40% de adultos presenta niveles insuficientes de vitamina D, y en niños y adolescentes la insuficiencia alcanza al 61%, con ~9% directamente deficientes. De igual modo, grupos vulnerables como mujeres en edad fértil suelen tener altas tasas de deficiencia de hierro (anemia), folato o calcio, y los vegetarianos estrictos pueden carecer de vitamina B₁₂.

La malnutrición por micronutrientes tiene un costo enorme en salud pública. Se estima que en 2017 las deficiencias de nutrientes esenciales contribuyeron a alrededor de 11 millones de muertes en el mundo, además de ser causa de crecimiento deficiente y trastornos del desarrollo en millones de niños. A pesar de la disponibilidad de alimentos, nuestras dietas modernas no garantizan aportar todos los elementos necesarios para una vida saludable. Frente a esta realidad, los suplementos nutricionales surgen como una herramienta eficaz para cerrar la brecha entre lo que comemos y lo que nuestro organismo necesita.

Importancia de la suplementación desde edades tempranas

Dada la prevalencia de carencias subclínicas, los expertos señalan que iniciar la suplementación a edades tempranas (infancia, adolescencia o comienzo de la adultez) puede ofrecer importantes ventajas preventivas. La infancia y juventud son períodos críticos en los que el cuerpo construye sus “reservas” nutricionales y define parámetros de salud que perdurarán toda la vida. Por ello, garantizar un aporte óptimo de nutrientes desde temprano ayuda a:

  • Prevenir deficiencias nutricionales y sus secuelas: Durante el crecimiento, una leve carencia sostenida de ciertos micronutrientes puede tener efectos duraderos. Por ejemplo, la deficiencia de hierro en los primeros años de vida perjudica el desarrollo neurológico y se asocia con un menor coeficiente intelectual y problemas cognitivos persistentes. De igual forma, la insuficiencia de yodo en la niñez provoca daños irreversibles en el cerebro en desarrollo y es una de las principales causas de discapacidad intelectual prevenible en el mundo. Otros nutrientes como zinc, vitamina B₁₂, folato u omega-3 (DHA) desempeñan roles clave en el desarrollo cerebral y su falta temprana conlleva retrasos en hitos motores, de atención y memoria. Afortunadamente, numerosos ensayos clínicos muestran que suplementar a niños con deficiencias revierte en parte estos impactos: un análisis de 12 estudios encontró mejoras significativas en las habilidades cognitivas de preescolares desnutridos tras suplementar hierro o múltiples micronutrientes, e incluso en niños bien nutridos el aumentar el consumo de pescado (fuente de omega-3) mejoró sus resultados cognitivos. En suma, empezar a tomar suplementos “lo antes posible” ayuda a asegurar que ningún período crítico de desarrollo transcurra con deficiencias, evitando secuelas en crecimiento, rendimiento escolar y salud a futuro.
  • Optimizar la salud metabólica y prevenir enfermedades crónicas: Un estado nutritivo óptimo desde joven sienta las bases para un metabolismo saludable y reduce el riesgo de enfermedades en la adultez. Por ejemplo, la evidencia vincula deficiencias leves crónicas de magnesio o de vitamina D con mayor riesgo de síndrome metabólico, diabetes tipo 2 y enfermedades cardiovasculares. El magnesio es cofactor en cientos of funciones metabólicas (incluida la regulación de la glucemia y la presión arterial), y su carencia prolongada contribuye a resistencia a la insulina, hipertensión e inflamación crónica. Estudios epidemiológicos indican que una ingesta deficiente de magnesio es un factor de riesgo independiente para desarrollar diabetes tipo 2, mientras que ensayos clínicos han observado que la suplementación de magnesio puede mejorar componentes del síndrome metabólico, disminuyendo la presión arterial y la glucosa en sangre en personas con riesgo. De igual manera, niveles adecuados de vitamina D se asocian con menor incidencia de trastornos metabólicos, dado que esta vitamina (realmente una hormona) influye en la función pancreática y la sensibilidad a la insulina. Por ello, asegurar desde temprano un buen estatus de nutrientes como magnesio, vitamina D, vitaminas del grupo B (cruciales en el metabolismo energético) y ácidos grasos omega-3 (que mejoran la sensibilidad a la insulina y el perfil de lípidos) ayuda a proteger contra obesidad, diabetes y enfermedades cardiometabólicas más adelante en la vida. Un joven que mantiene sus niveles micronutricionales óptimos llegará a la edad media con menor “deuda” nutricional y menor propensión a trastornos metabólicos que aquel que arrastra deficiencias desde la adolescencia.
  • Fortalecer el sistema inmunológico: El adecuado funcionamiento inmunitario depende de múltiples nutrientes, y es bien sabido que deficiencias de vitaminas A, C, D, E, B₆, B₁₂, así como de folato, zinc, selenio, hierro y proteínas, pueden debilitar las defensas del organismo. Comenzar temprano a suplir posibles carencias refuerza la resistencia a infecciones y podría incluso reducir el riesgo de desarrollar enfermedades autoinmunes. Un nutriente destacado es la vitamina D, cuyos receptores están presentes en células inmunitarias. Una revisión sistemática de más de 10.000 sujetos demostró que suplementar con vitamina D (D₂ o D₃) reduce significativamente la incidencia de infecciones agudas respiratorias en personas con niveles deficientes. Este efecto protector se atribuye a que la vitamina D modula la respuesta inmune, promoviendo péptidos antimicrobianos (como catelicidina) y regulando citocinas inflamatorias. Otros suplementos populares como la vitamina C contribuyen a la función de barrera antioxidante de los leucocitos y acortan ligeramente la duración del resfriado común en condiciones de estrés físico. Asimismo, ciertos adaptógenos herbales ofrecen beneficios inmunológicos: por ejemplo, el ginseng asiático (Panax ginseng) es conocido por sus propiedades moduladoras del sistema inmune. En un estudio con adultos mayores (50-75 años), la ingesta de ginseng durante 8 a 14 semanas aumentó la actividad de las células NK (natural killer) –un tipo de glóbulo blanco antiviral– en un 35–40% frente al placebo. Del mismo modo, la Withania somnifera o ashwagandha (un adaptógeno ayurvédico) ha mostrado “claros efectos inmunológicos”, elevando la inmunidad innata contra infecciones virales a la par que reduce el cortisol (la hormona del estrés) y la inflamación crónica asociada. Estas evidencias sugieren que mantener una óptima nutrición con apoyo de suplementos fortalece las defensas desde edades tempranas, creando “reservas inmunitarias” que preparan al cuerpo para enfrentar mejor los retos infecciosos durante toda la vida.
  • Impulsar el desarrollo cognitivo y el rendimiento cerebral: El cerebro en crecimiento requiere absolutamente todos los nutrientes esenciales para formar y mantener sus estructuras, por lo que una nutrición adecuada en la infancia y juventud es crítica para la salud cognitiva. Además de prevenir déficits severos (como mencionamos con hierro, yodo o zinc), la suplementación puede optimizar funciones cerebrales incluso en individuos sin deficiencias graves. Por ejemplo, los ácidos grasos omega-3 de cadena larga (DHA/EPA), presentes en aceite de pescado, juegan un rol estructural en las membranas neuronales y en la comunicación sináptica. Investigaciones sugieren que una mayor ingesta de omega-3 desde etapas tempranas mejora parámetros de aprendizaje, memoria y atención, e incluso se asocia en estudios longitudinales con menor riesgo de deterioro cognitivo leve y demencia en edades avanzadas. Otro ejemplo son las vitaminas del complejo B (folato, B₆, B₁₂), fundamentales en la síntesis de neurotransmisores y mielina; su suplementación en jóvenes con dietas subóptimas puede favorecer la claridad mental y el estado de ánimo, además de prevenir anemia megaloblástica y niveles altos de homocisteína (un factor de riesgo vascular cerebral). Adicionalmente, se ha observado que ciertos suplementos nootrópicos naturales o adaptógenos mejoran funciones cognitivas bajo estrés: una formulación con extracto de ashwagandha administrada durante 90 días en adultos jóvenes con estrés crónico resultó en mejoras de la memoria, la concentración y la velocidad de procesamiento, junto con reducción de la ansiedad y mejora del bienestar psicológico. En conjunto, estos hallazgos respaldan la idea de que nutrir óptimamente al cerebro –desde la niñez hasta la edad adulta– mediante dieta y suplementos apoya un desarrollo neurológico pleno, un mejor rendimiento académico y laboral, y podría retardar el declive cognitivo asociado al envejecimiento.
  • Promover un envejecimiento saludable: La esperanza de vida ha aumentado, pero con ello también la incidencia de enfermedades crónicas y degenerativas en la tercera edad. La suplementación nutricional puede ser una aliada para envejecer con vitalidad, atacando dos frentes: prevención de deterioro físico (músculos, huesos, sistema cardiovascular) y protección frente al estrés oxidativo y la neurodegeneración. Un aspecto crucial es mantener la masa muscular y ósea. A partir de los 50 años, las necesidades de proteína aumentan (se recomienda ~1.2–1.6 g de proteína/kg/día en mayores, frente a 0.8 g/kg de la IDR mínima) para contrarrestar la sarcopenia y la osteoporosis. Sin embargo, muchos adultos mayores no logran consumir tanta proteína solo con la dieta, ya sea por menor apetito o dificultades masticatorias. Aquí, los suplementos proteicos (como proteína de suero o caseína) ayudan a cubrir el requerimiento diario y han demostrado mejorar la fuerza muscular y la funcionalidad cuando se combinan con ejercicio de resistencia. En cuanto a los huesos, nutrientes como el calcio, vitamina D y vitamina K2 son fundamentales para mantener la densidad ósea y prevenir fracturas; suplementarlos es comúnmente indicado a partir de la mediana edad, especialmente en mujeres postmenopáusicas con riesgo de osteoporosis.

Por otro lado, el estrés oxidativo y la inflamación crónica contribuyen al envejecimiento celular y a patologías como enfermedades cardiovasculares, cáncer y Alzheimer. Los antioxidantes dietéticos (vitaminas C y E, carotenoides, polifenoles, coenzima Q10, etc.) neutralizan los radicales libres y podrían disminuir este daño acumulativo. Evidencias experimentales en modelos animales muestran que una ingesta elevada de vitaminas antioxidantes puede prevenir o revertir cambios asociados al envejecimiento en los sistemas de defensa antioxidante del organismo. En humanos, aunque los resultados son heterogéneos, se ha propuesto que la suplementación antioxidante adecuada “puede prevenir el envejecimiento y muchas enfermedades relacionadas con la edad”, especialmente en individuos con ingestas insuficientes de antioxidantes provenientes de la dieta. Por ejemplo, suplementos con combinaciones de vitamina C, E, zinc y carotenoides han demostrado ralentizar la progresión de la degeneración macular asociada a la edad (una causa común de pérdida de visión). Asimismo, la suplementación de multivitamínicos y minerales en dosis nutricionales parece ofrecer beneficios sutiles pero significativos a largo plazo: un ensayo clínico reciente (estudio COSMOS, 2022) halló que adultos mayores que tomaron diariamente un multivitamínico durante 3 años tuvieron un declive cognitivo 60% más lento comparado con quienes recibieron placebo. Los autores estimaron que esta intervención equivaldría a retrasar alrededor de 1.8 años el envejecimiento cognitivo normal. Aunque aún se investiga el impacto exacto de los suplementos en la longevidad, está claro que mantener niveles óptimos de nutrientes esenciales contribuye a conservar funciones corporales y mentales, elevando la calidad de vida en la tercera edad. En síntesis, suplementar a tiempo puede traducirse en más años libres de discapacidad y en un envejecimiento más activo.

Principales tipos de suplementos y sus beneficios

A continuación, resumimos los distintos tipos de suplementos nutricionales disponibles y sus beneficios respaldados por la ciencia:

  • Vitaminas y minerales esenciales: Comprenden micronutrientes indispensables que el cuerpo no puede sintetizar. Los suplementos multivitamínicos-minerales ayudan a cubrir brechas dietéticas de vitaminas (A, complejo B, C, D, E, K) y minerales (calcio, magnesio, hierro, zinc, selenio, yodo, etc.). Sus beneficios son numerosos: por ejemplo, la vitamina D apoya la salud ósea e inmunológica (su deficiencia se ha ligado a mayor riesgo de infecciones respiratorias), el hierro previene la anemia y sustenta el desarrollo cognitivo infantil, el yodo asegura la función tiroidea y un coeficiente intelectual normal, y el ácido fólico en mujeres jóvenes reduce drásticamente malformaciones congénitas cuando se toma antes y durante el embarazo. La suplementación multimicronutriente ha demostrado mejorar el estado general de nutrición y puede tener impactos positivos acumulativos (como el mencionado efecto de ralentizar el deterioro cognitivo en adultos mayores con un simple multivitamínico diario). En poblaciones vulnerables, los suplementos de vitaminas y minerales son una estrategia costo-efectiva para prevenir trastornos por deficiencia (ej. escorbuto por falta de vitamina C, bocio por falta de yodo, raquitismo por falta de vitamina D, etc.).
  • Proteínas y aminoácidos: Son suplementos macronutrientes enfocados en complementar la ingesta proteica, fundamentales para la reparación de tejidos, la función muscular y numerosas enzimas y hormonas. Los batidos de proteína (suero de leche, caseína, proteína vegetal de soja o guisante) son populares entre deportistas para favorecer la recuperación y síntesis muscular. También benefician a adultos mayores con sarcopenia (pérdida de masa muscular relacionada con la edad), ya que un aporte proteico adicional junto con ejercicio puede mejorar la fuerza y masa muscular. Aminoácidos específicos como la leucina estimulan directamente la vía de construcción de músculo (vía mTOR), y suelen incluirse en fórmulas para ancianos frágiles. Además, los suplementos proteicos pueden ser críticos en personas con dietas restrictivas (por ejemplo, vegetarianos estrictos) para asegurar el consumo de aminoácidos esenciales. En general, garantizar una óptima proteína diaria ayuda a un metabolismo más activo, mejor control del apetito y mantenimiento de la composición corporal magra, factores importantes tanto en la juventud como en la vejez.
  • Antioxidantes: Incluyen vitaminas antioxidantes (C, E), carotenoides (beta-caroteno, licopeno, luteína), minerales cofactores (selenio, cobre, manganeso, zinc) y compuestos como polifenoles (resveratrol, flavonoides) o coenzima Q10. Actúan neutralizando radicales libres y reduciendo el estrés oxidativo, mecanismo implicado en el envejecimiento celular y en patologías crónicas (cáncer, aterosclerosis, Alzheimer, etc.). Los suplementos antioxidantes se han estudiado por su potencial para proteger tejidos del daño oxidativo acumulativo. Por ejemplo, la suplementación con combinaciones de antioxidantes ha mostrado beneficios en enfermedades oculares como la degeneración macular senil. Modelos experimentales sugieren que una ingesta elevada de antioxidantes puede prolongar la vida útil de las células y prevenir enfermedades ligadas a la edad, aunque en humanos los resultados varían según el contexto (es más efectiva la suplementación cuando existe deficiencia o estrés oxidativo elevado). En cualquier caso, mantener un buen nivel de antioxidantes mediante la dieta y suplementos es recomendado para apoyar las defensas naturales del cuerpo contra agentes oxidantes ambientales (contaminación, radiación UV, toxinas). Esto contribuye a una menor inflamación sistémica y puede traducirse en menor riesgo de enfermedades crónicas a largo plazo.
  • Adaptógenos y fitonutrientes especiales: Los adaptógenos son sustancias naturales (generalmente extractos de hierbas) que ayudan al organismo a “adaptarse” al estrés, aumentando la resistencia inespecífica frente a desafíos físicos, químicos o biológicos. Entre los más conocidos están la ashwagandha (Withania somnifera), el ginseng (Panax ginseng), la rhodiola (Rhodiola rosea), el eleuterococo o ginseng siberiano, el reishi y otras setas medicinales, y la albahaca sagrada (Ocimum sanctum). Estudios modernos respaldan varios de sus beneficios tradicionales. Por ejemplo, la ashwagandha ha demostrado en múltiples ensayos reducir significativamente el estrés y la ansiedad, bajar niveles de cortisol, mejorar el sueño y la sensación de bienestar. Esto repercute positivamente en la salud general, dado que el estrés crónico debilita el sistema inmune y metabólico. El ginseng, por su parte, se asocia con mejora del estado de energía y función inmunomoduladora: se ha observado aumento de células inmunitarias protectoras (como las NK) con su uso regular, así como posibles efectos antinflamatorios y cardioprotectores. La rhodiola y el eleuterococo están vinculados a menor fatiga y mejor rendimiento mental bajo estrés. En conjunto, los adaptógenos pueden apoyar la resiliencia del organismo, contribuyendo indirectamente a un mejor equilibrio hormonal, inmunológico y nervioso. Si bien no son “esenciales” en el sentido estricto (no corregirán una deficiencia vitamínica), estos suplementos botánicos ofrecen un enfoque integrativo para optimizar la salud mental y física en las condiciones demandantes de la vida moderna.
  • Otros suplementos: Existen otros compuestos suplementarios con evidencias de beneficio para grupos específicos. Los ácidos grasos omega-3 (aceite de pescado con EPA/DHA, o fuentes vegetales con ALA) apoyan la salud cardiovascular (reducen triglicéridos, modulan la inflamación), la función cerebral y la visión. En etapas tempranas, un buen estatus de omega-3 se asocia a mejor desarrollo cognitivo, y en adultos mayores a menor deterioro cognitivo y riesgo de Alzheimer. Los probióticos (suplementos de bacterias beneficiosas) favorecen la salud intestinal y modulaban positivamente la inmunidad y posiblemente el estado de ánimo a través del eje intestino-cerebro. La fibra soluble (como el psyllium) en suplementación ayuda al control glucémico y del colesterol, además de aliviar el estreñimiento, siendo útil en dietas pobres en fibra. Incluso suplementos de compuestos bioactivos como la curcumina (de la cúrcuma), la quercetina o el resveratrol, han ganado atención por sus propiedades antiinflamatorias y potenciales efectos protectores en enfermedades metabólicas y degenerativas, aunque su biodisponibilidad a veces es un desafío. En síntesis, la nutracéutica moderna ofrece un amplio abanico de suplementos más allá de vitaminas y minerales, que permiten personalizar el apoyo nutricional según las necesidades individuales (sea mejorar la flora intestinal, proteger articulaciones con colágeno/glucosamina, o apoyar la función hepática con silimarina, por ejemplo).

En el contexto actual –marcado por alimentos menos nutritivos que antaño, estilos de vida estresantes y hábitos dietéticos subóptimos– los suplementos nutricionales emergen como aliados clave para salvaguardar la salud. La ciencia respalda que una suplementación estratégica puede compensar la pérdida de calidad nutritiva debida a la agricultura intensiva y el procesamiento industrial, prevenir deficiencias comunes que afectan a miles de millones de personas, y aportar beneficios específicos: desde un metabolismo más equilibrado y un sistema inmune robusto, hasta un desarrollo cerebral óptimo y una vejez más saludable. Lejos de ser un lujo o una moda, los suplementos –utilizados con base científica y preferiblemente bajo asesoramiento profesional– representan hoy en día una herramienta preventiva para alcanzar y mantener un estado nutricional óptimo a lo largo de la vida.

“No podemos retroceder el tiempo” en cuanto a la riqueza nutritiva de los alimentos de hace décadas, pero sí podemos tomar medidas proactivas para asegurar que nuestro organismo reciba todo lo que necesita. Una alimentación integral y variada sigue siendo la piedra angular de la nutrición, pero cuando ésta no es suficiente (como sugieren los datos actuales), la suplementación inteligente desde edades tempranas puede marcar la diferencia entre una vida con carencias silenciosas o una vida con plenitud de salud. Tal como concluyen los expertos, cerrar las brechas micronutricionales “mejorará los resultados de salud y liberará el potencial humano” en todas las etapas de la vida. Los suplementos, en sinergia con una dieta sana, nos acercan un paso más a ese objetivo.


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