Durante décadas, el vinilo fue mucho más que un formato musical. Fue testigo de primeras fiestas, amores de juventud y domingos enteros frente al tocadiscos. Luego, con la llegada del CD y el imparable ascenso del streaming, fue relegado al altillo o al trastero. Pero ahora, en pleno 2025, una nueva generación de melómanos con memoria ha vuelto a colocar el vinilo en el centro del salón. Y sí, los FIFTIERS están liderando este regreso con fuerza.
La música como ritual
Para quienes hoy superan los cincuenta, escuchar música en vinilo no es solo oír canciones. Es un acto ritual: elegir el disco, colocarlo con cuidado, limpiar el polvo con mimo, bajar la aguja y dejarse envolver por el crujido inicial que precede a la magia. Frente a la inmediatez de Spotify o YouTube, el vinilo propone una experiencia pausada, sensorial y profundamente emocional.
Conexión con el pasado… y con el presente
Muchos FIFTIERS están desempolvando sus viejas colecciones, descubriendo que esos discos guardan más que música: almacenan recuerdos. Una edición desgastada de The Wall o un sencillo de Nino Bravo no solo suenan: evocan habitaciones de adolescencia, tardes con amigos, rupturas, veranos, primeros coches.
Pero no se trata solo de mirar atrás. El vinilo se ha convertido también en un puente generacional. Hay hijos —y hasta nietos— que están descubriendo a Bowie, Serrat o Pink Floyd gracias a esos discos que alguna vez fueron el centro del universo de sus padres.
El placer de lo analógico
En un mundo cada vez más digital, hay un valor casi rebelde en volver a lo físico. El vinilo tiene peso, textura, olor. Su portada es una obra de arte que se toca, se enmarca, se comparte. Escuchar música en vinilo obliga a parar, a escuchar de verdad. Y para muchos FIFTIERS, cansados de lo efímero y de lo desechable, este regreso tiene mucho que ver con el deseo de reencontrarse con lo auténtico.
Un mercado en auge
Las cifras lo confirman: las ventas de vinilos no solo han vuelto a crecer, sino que han superado al CD en muchos mercados. Se reeditan clásicos, nacen sellos especializados y hasta los artistas contemporáneos incluyen versiones en vinilo de sus álbumes. Pero no es solo negocio: es tendencia, cultura y estilo de vida.
Crear nuevos espacios
Algunos han ido más allá y han creado auténticos rincones de culto en casa: una estantería solo para vinilos, tocadiscos vintage, sillones cómodos y buena iluminación. El vinilo ha vuelto como objeto decorativo, como símbolo de una vida con ritmo propio.
En definitiva, el regreso del vinilo no es una moda: es un manifiesto silencioso.
Un “aquí estoy” de una generación que no solo vivió los mejores años de la música, sino que ahora quiere volver a vivirla con los cinco sentidos. Y como en los buenos discos, esto no ha hecho más que empezar: la cara B siempre trae sorpresas.
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