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Revolución psicodélica en la tercera edad: sanando traumas del pasado

Revolución psicodélica en la tercera edad: sanando traumas del pasado

Hace medio siglo, los psicodélicos como el LSD, la psilocibina (de los “hongos mágicos”) o el MDMA (éxtasis) se asociaban con la contracultura juvenil y generaban temor e estigma. Muchas personas mayores de hoy crecieron escuchando que estas sustancias causaban locura o eran solo “drogas de hippies”. Sin embargo, en los últimos años estamos viviendo un renacimiento psicodélico: la ciencia ha retomado el estudio de estos compuestos y los resultados están cambiando percepciones. ¿El giro inesperado? Ahora son precisamente algunos adultos mayores quienes están abriendo la mente a los psicodélicos como herramientas de sanación emocional y crecimiento personal.

La investigación científica reciente sugiere que sustancias como la psilocibina, el MDMA y el LSD pueden ayudar a tratar condiciones mentales comunes en la edad madura, desde la depresión y la ansiedad hasta el trastorno de estrés postraumático (TEPT) o la angustia existencial frente a la muerte . Estos problemas afectan de forma desproporcionada a las personas mayores –pensemos en décadas de traumas acumulados, duelos no resueltos o la soledad en la jubilación– y muchas veces los tratamientos convencionales no funcionan bien en esta etapa de la vida. De hecho, hay evidencias de que antidepresivos tradicionales como los ISRS suelen ser menos efectivos en pacientes de más edad . En contraste, las terapias asistidas con psicodélicos están mostrando un potencial esperanzador para llenar ese vacío terapéutico.

¿Funcionan los psicodélicos en adultos mayores?

Un número creciente de estudios sugiere que sí. Aunque hasta hace poco las personas mayores casi no participaban en ensayos clínicos con psicodélicos, las cosas están cambiando. Un riguroso revisión sistemática publicada en 2024 cuantificó la presencia de mayores de 65 años en estos estudios y sus resultados: de 1.400 pacientes tratados con psicoterapia asistida por psicodélicos, solo 19 tenían 65 años o más (apenas un 1,4%). Ninguno de esos participantes mayores sufrió efectos adversos graves; apenas se registraron efectos transitorios leves o moderados (como algo de ansiedad, malestar gastrointestinal o subidas pasajeras de tensión) durante las sesiones . En otras palabras, según esta revisión, las terapias psicodélicas parecen seguras y bien toleradas en adultos mayores –un dato crucial tratándose de una población potencialmente más frágil en salud.

La eficacia también resulta prometedora. Un estudio de cohorte publicado en American Journal of Geriatric Psychiatry observó a un grupo de adultos mayores participando en sesiones grupales con psicodélicos (en retiros supervisados) y comparó sus resultados con los de participantes más jóvenes. ¿La sorpresa? Los mayores reportaron mejoras equivalentes en su bienestar y estado de ánimo en las semanas posteriores a la experiencia, similares a las de los más jóvenes, a pesar de que sus experiencias subjetivas durante el “viaje” fueron menos intensas . En estos participantes de mayor edad, más que las visiones psicodélicas en sí, lo que predijo el beneficio fue el componente humano y relacional: el apoyo mutuo y la sensación de comunidad (“communitas”) vivida durante el proceso grupal fue lo que más contribuyó a su mejoría . Este hallazgo sugiere que, en la madurez, la calidad emocional y la integración social de la experiencia terapéutica pueden ser tan importantes como los efectos farmacológicos puros.

Por supuesto, la investigación apenas comienza a enfocar específicamente a la tercera edad, pero los primeros resultados invitan al optimismo. Los científicos destacan que condiciones asociadas al trauma de larga data –como depresiones crónicas, estrés postraumático complejo o la ansiedad ante el final de la vida– podrían abordarse con mayor eficacia mediante estas terapias innovadoras . En suma, nunca es tarde para sanar: incluso tras décadas arrastrando heridas emocionales, una experiencia transformadora con psilocibina, MDMA o LSD (acompañada por psicoterapeutas) puede abrir la puerta a un bienestar antes inalcanzable.

Historias de sanación en la edad dorada

No solo las estadísticas hablan; también lo hacen las personas en primera persona. Cada vez más adultos de más de 50, 60 o 70 años comparten relatos de cómo un viaje psicodélico terapéutico les ayudó a hacer las paces con su pasado. Estos testimonios ponen rostro humano a los hallazgos científicos y demuestran que detrás de las siglas y porcentajes hay vidas transformadas.

Un caso emblemático es el de veteranos de guerra que cargaron durante décadas con traumas de combate. John Reissenweber, veterano de Vietnam, por ejemplo, había sufrido TEPT desde los años 70. Participó en una terapia experimental con MDMA y psicoterapia, y tras apenas tres sesiones logró algo impensable: sus pesadillas y temores se disolvieron, recuperó la cercanía emocional con su familia y “volvió a sentirse él mismo”, según relata la periodista Rachel Nuwer . Historias como la de John se reflejan también en datos clínicos: en el más reciente ensayo fase III de MDMA para TEPT, el 71% de los participantes tratados con MDMA junto a terapia dejaron de cumplir los criterios de estrés postraumático al final del tratamiento, frente a un 48% en el grupo de placebo con terapia . Muchos de esos pacientes habían soportado síntomas durante décadas. De hecho, estudios de seguimiento sugieren que los efectos pueden ser duraderos: en un ensayo inicial, aproximadamente 8 de cada 10 pacientes con TEPT resistente seguían en remisión sostenida tres años después de dos o tres sesiones de MDMA-terapia . Son cifras difíciles de lograr con tratamientos tradicionales, y explican por qué algunos terapeutas califican los resultados de MDMA asistida como “sin precedentes” en este trastorno.

También hay relatos impactantes de personas mayores sin antecedentes “psicodélicos” previos, que recurrieron a estas terapias como última esperanza. Por ejemplo, Juan Ramírez, un profesional de 51 años, atravesaba una profunda depresión tras una vida marcada por un accidente casi mortal, un amor tóxico y un trauma infantil silenciado. Juan nunca había consumido ni un tranquilizante, pero desesperado por salir de una espiral oscura decidió probar una terapia con psilocibina. Viajó a los Países Bajos para un retiro psicodélico guiado por profesionales. “Tuve un viaje maravilloso… Fue un verdadero acto de reconciliación conmigo mismo y con la vida”, recuerda . En aquella sesión única, Juan pudo revivir y liberar emociones bloqueadas –desde la dolorosa salida del armario en su juventud hasta viejas heridas familiares– y regresar con una renovada sensación de paz. Cuenta que, gracias a esa experiencia con setas alucinógenas, “la vida le cambió” en 2019 y desde entonces no ha vuelto a ser el mismo (para bien). Su testimonio refleja el poder transformador que muchos describen: no hubo “alucinaciones monstruosas” ni pérdida de control, sino un proceso profundamente catártico y sanador que le permitió, en sus palabras, “dejar de vivir anestesiado” y reconectar con la alegría de estar vivo .

Otro ámbito donde los psicodélicos están aportando esperanza es en pacientes mayores con enfermedades terminales. En ensayos clínicos en Johns Hopkins y NYU, personas con cáncer avanzado recibieron psilocibina para afrontar el miedo a la muerte. Los resultados, publicados en Journal of Psychopharmacology, fueron asombrosos: una sola dosis de psilocibina, en contexto terapéutico, redujo drásticamente la ansiedad y la depresión relacionadas con la enfermedad, efectos que persistieron meses después . Muchos pacientes hablan de una nueva aceptación de la muerte y de reencontrar un sentido profundo a la vida. “La ansiedad desapareció y sentí una alegría total. Aprendí a vivir de otra manera, sin estar gobernada por el miedo… El fármaco me dio tiempo para recuperarme y adquirir nuevas herramientas para la vida” confiesa Petra, una participante de 61 años, sobre su experiencia con psilocibina . Este tipo de vivencias –encuentros “místicos” con uno mismo, con seres queridos ya fallecidos o con lo que describen como una unión espiritual mayor– han otorgado paz a muchos enfermos al final de sus días, algo difícil de conseguir solo con ansiolíticos tradicionales .

En conjunto, estos testimonios individuales, respaldados por datos clínicos, dibujan un panorama emocionante: personas en la segunda mitad de la vida liberándose de fantasmas del pasado –ya sea un trauma de guerra, un duelo enquistado o años de depresión– gracias a experiencias controladas con estas sustancias. Para muchos es literalmente volver a nacer emocionalmente, reconciliarse con el pasado y encarar el tiempo que les queda con una nueva perspectiva.

Consideraciones legales y éticas alrededor del mundo

El auge de la terapia psicodélica entre mayores viene acompañado de desafíos legales y éticos. La situación varía según el país, aunque la tendencia global apunta hacia una flexibilización cautelosa al compás de los descubrimientos científicos . A continuación, repasamos algunos casos relevantes:

Estados Unidos: Paradójicamente, el país que lidera mucha de la investigación vive una dicotomía legal. A nivel federal, sustancias como la psilocibina, el MDMA o el LSD siguen clasificadas en la Lista I de la DEA (drogas prohibidas sin uso médico aceptado y con alto potencial de abuso) . Esto no ha impedido que la FDA conceda vías excepcionales: por ejemplo, el MDMA y la psilocibina recibieron la designación de “terapia innovadora” (breakthrough therapy) para acelerar su estudio clínico en TEPT y depresión respectivamente. Los resultados positivos han sido tan contundentes que en diciembre de 2023 se presentó ante la FDA la primera solicitud formal para aprobar la terapia con MDMA como tratamiento de estrés postraumático . Se espera que en 2024-2025 Estados Unidos pueda dar luz verde a este tratamiento, lo que supondría reclasificar el MDMA a nivel legal y abrir las puertas a su uso médico general. Mientras tanto, a nivel estatal algunas jurisdicciones ya se adelantaron: Oregón legalizó en 2023 el uso supervisado de psilocibina en centros autorizados, y Colorado y varias ciudades han despenalizado plantas psicodélicas. Éticamente, en EE.UU. se enfatiza la formación de terapeutas y la creación de protocolos seguros, ya que integrar estas terapias en el sistema de salud conlleva asegurar estándares de cuidado y acceso equitativo para pacientes de todas las edades . Canadá: Es uno de los pioneros en reconocer oficialmente el valor terapéutico de los psicodélicos. En enero de 2022, el Ministerio de Salud canadiense modificó el reglamento para permitir que médicos soliciten acceso a psilocibina, MDMA, LSD y otras sustancias a través del Programa de Acceso Especial para pacientes con condiciones graves . Ottawa dejó claro que “la evidencia científica respalda los beneficios terapéuticos” de estas drogas para ciertos trastornos mentales, y admitió que los tratamientos convencionales a menudo son insuficientes o ineficaces en casos resistentes . Inicialmente, Canadá solo otorgaba exenciones caso por caso (sobre todo a pacientes terminales: más de 50 personas obtuvieron permiso para uso compasivo de psilocibina antes de 2022), pero con este cambio regulatorio se institucionalizó una vía de uso clínico supervisado. Aunque no es una legalización amplia, sí es un marco regulado: cada petición es evaluada por las autoridades, garantizando así seguimiento médico y evitando el uso irresponsable. Éticamente, Canadá ha puesto énfasis en la seguridad del paciente: solo profesionales de la salud pueden administrar estas terapias bajo protocolos aprobados, asegurando que incluso pacientes de edad avanzada o delicada estén en buenas manos durante la experiencia. España: Actualmente, sustancias como la psilocibina, el MDMA o el LSD siguen siendo ilegales para uso recreativo o terapéutico fuera de ensayos científicos. Sin embargo, España está empezando a moverse. En 2023 y 2024 han arrancado los primeros ensayos clínicos locales después de décadas: por ejemplo, el Hospital Sant Joan de Déu en Barcelona abrió un estudio piloto administrando psilocibina y 5-MeO-DMT a pacientes con depresión resistente . Asimismo, instituciones y asociaciones (como la Sociedad Española de Medicina Psicodélica) organizan congresos donde psiquiatras y psicólogos se forman en estas terapias emergentes . Todo ello indica un cambio de actitud: de la prohibición total se está pasando a una postura de “esperar y ver” respaldada por la ciencia. No obstante, los psicodélicos siguen catalogados como drogas prohibidas en la ley española, lo que impone trabas legales incluso para la investigación –por ejemplo, obtener autorizaciones para estudios es complejo, y los pacientes fuera de ensayos no tienen acceso legal. Éticamente, en España se debate sobre cómo garantizar que, cuando estas terapias lleguen, se apliquen con rigurosidad clínica y evitando tanto los riesgos médicos (especialmente en población mayor con comorbilidades) como el posible uso irresponsable. El consenso emergente es que, llegado el momento, estas intervenciones deberán realizarse en entornos controlados, con preparación psicológica previa y un acompañamiento profesional cercano, tal como se está haciendo en otros países. Países Bajos: Los Países Bajos ocupan un lugar peculiar en este panorama. Si bien sustancias sintéticas como MDMA o LSD son ilegales allí, existe un vacío legal que permite la venta de trufas de psilocibina (una forma de hongo psicodélico) de manera legal en smart shops. Esto ha convertido a Holanda en un destino para retiros psicodélicos guiados. De hecho, muchos europeos –incluidos españoles y adultos mayores curiosos– viajan a los Países Bajos para participar en sesiones terapéuticas con psilocibina sin violar la ley. Organizaciones internacionales, como la Psychedelic Society de Londres, colaboran con facilitadores neerlandeses para ofrecer retiros seguros donde los participantes compran legalmente las trufas al llegar y luego las consumen bajo la supervisión de un equipo terapéutico profesional . En estos entornos, típicamente en casas rurales acondicionadas, se cuida cada detalle ético: desde la selección rigurosa de candidatos (historial médico y psicológico revisado de antemano) , hasta la presencia de psicólogos por cada dos participantes, espacios cómodos y procedimientos para manejar cualquier crisis emocional. Aunque Holanda no ha legalizado aún el uso clínico en hospitales, la existencia de esta vía legal para las trufas ha normalizado en cierta medida la idea de los “viajes terapéuticos”. Culturalmente, el país tiene tradición de tolerancia, pero también aquí se nota un cambio generacional: no es raro que gente de  fifty o sesenta y tantos años acuda a estos retiros en busca de introspección y curación, algo impensable décadas atrás. Las autoridades por ahora mantienen la postura de permitir las trufas bajo regulación comercial, y mirar de cerca la evidencia científica antes de dar pasos hacia su incorporación formal en la salud pública.

Ética y seguridad ante todo: Más allá de las diferencias legales, hay principios comunes que guían la expansión de estas terapias. Uno de ellos es la prioridad absoluta por la seguridad y el acompañamiento del paciente. Especialistas enfatizan que las experiencias psicodélicas deben darse en un contexto controlado, con preparación previa y posterior integración terapéutica. Esto es especialmente importante en personas mayores, que podrían ser más vulnerables a efectos físicos (por ejemplo, leves alzas de presión arterial) o a revivir recuerdos dolorosos. Por ello, en todos los programas serios se realiza una cuidadosa selección: se descartan candidatos con antecedentes de psicosis u otros riesgos médicos, y a los aptos se les guía en meditaciones, psicoterapia preparatoria y establecimiento de intenciones antes de la sesión . Durante la experiencia, profesionales capacitados están al lado del participante en todo momento, facilitando un ambiente de confianza y comodidad –luces cálidas, música suave, ojos vendados, etc.– para que la persona se sienta segura de “dejarse llevar” . Y tras la sesión, se llevan a cabo varias reuniones de integración, donde el paciente (ya sobrio) procesa con ayuda psicológica las revelaciones o emociones surgidas. Este enfoque ético –conocido como “set and setting”, es decir, mentalidad adecuada y entorno adecuado– ha sido clave para obtener resultados positivos y minimizar riesgos. En síntesis, la comunidad terapéutica tiene muy presente que no se trata solo de dar una sustancia, sino de ofrecer un proceso de curación holístico donde la persona mayor se sienta apoyada, respetada y empoderada en todo momento.

Del estigma a la esperanza: un cambio cultural generacional

El resurgir de los psicodélicos como medicina no solo está sanando individuos, también está transformando la cultura. Para la generación de más edad, esto representa en muchos casos una revisión de sus propias creencias forjadas hace décadas. Los mismos “baby boomers” que vivieron la era de Las Puertas de la Percepción en los 60-70 (ya fuera como protagonistas o como atónitos espectadores) ahora se encuentran ante una ironía del destino: las sustancias que antes se demonizaban podrían ser la clave para su bienestar actual. Algunos que experimentaron con LSD o hongos en su juventud y luego los abandonaron por la vida adulta, hoy –jubilados o cerca de jubilarse– están redescubriendo aquellos viajes psicodélicos, pero con un propósito completamente distinto. Ya no se trata de rebeldía ni diversión, sino de crecimiento personal, espiritualidad y salud mental. Como tituló recientemente un medio, “Ha pasado medio siglo desde la era psicodélica. Ahora, algunos ‘boomers’ están regresando a las drogas de su juventud –no por rock and roll, sino para enfrentar el envejecimiento” .

Este cambio generacional se palpa en proyectos como el de la escritora Abbie Rosner, quien a sus sesenta y tantos volvió a tomar psicodélicos tras décadas, maravillada por cómo diferían esas experiencias de las de su juventud. Rosner se dedicó a recopilar historias de otros mayores que han hecho lo mismo, y habla de una “nueva contracultura de la vejez” emergiendo de la mano de los psicodélicos . En paralelo, la conversación pública se ha ido destapando: temas que antes eran tabú (como la salud mental, el trauma o la muerte) ahora se discuten abiertamente, y con ello la imagen de los psicodélicos está pasando de ser fuente de vergüenza o miedo a despertar curiosidad y apertura mental . Ya no se los ve solo como “drogas”, sino como potenciales medicinas o sacramentos que, bien utilizados, pueden aliviar sufrimientos profundos. Este ajuste de mirada ha sido facilitado por el aval de universidades prestigiosas, médicos reconocidos e incluso cobertura mediática positiva. Ver en la prensa historias de abuelas con depresión que mejoran tras probar psilocibina, o de veteranos tratados con MDMA que “vuelven a la vida”, ayuda a derribar prejuicios en la opinión pública, especialmente entre los mayores que siempre tuvieron a los psicodélicos por algo ajeno o peligroso.

Culturalmente, estamos siendo testigos de cómo la tercera edad está resignificando su relación con estas sustancias: de considerarlas un símbolo de contracultura juvenil han pasado a verlas (al menos algunos pioneros) como una herramienta legítima para alcanzar paz interior, resolver asuntos pendientes y encontrar nuevo propósito en la etapa final de la vida. Y aunque por ahora no todos se animan –los miedos y estigmas de toda una vida no desaparecen de la noche a la mañana–, crece un sentimiento de esperanza entre aquellos informados sobre el tema. Muchos reflexionan: ¿Y si realmente esto me puede ayudar? Pregunta que antes ni se habrían planteado.

La incursión de los psicodélicos en el mundo de las personas mayores está rompiendo esquemas. “Nunca es demasiado tarde para sanar” podría ser el lema de esta tendencia. Los traumas de antaño, las pérdidas y batallas internas que se daban por inevitables en la vejez, hoy encuentran una vía de resolución inesperada. Con las debidas garantías médicas y éticas, numerosos hombres y mujeres mayores están experimentando renacimientos emocionales que iluminan sus años otoñales con una luz nueva. Lo que antes era un terreno prohibido, ahora se perfila como frontera de la innovación terapéutica. Y así, del viejo estigma brota una nueva esperanza: la de ver a nuestros mayores liberarse de cadenas invisibles, reconciliándose con su pasado y encarándose al futuro –sea este largo o corto– con una serenidad y conexión consigo mismos que muchos creían perdida. Es, en definitiva, una revolución silenciosa pero profundamente humana, que une ciencia y experiencia para reescribir la narrativa de la última etapa de la vida.

Fuentes: Estudios y artículos científicos recientes, como Bouchet et al. (2024) , Kettner et al. (2024) , ensayos clínicos en Nature Medicine y Journal of Psychopharmacology, reportajes periodísticos (La Razón , Business Insider, Washington Post , El País , etc.), así como testimonios recopilados en entrevistas y conferencias (Embodied, WUNC ).


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