INFORME FIFTIERS: Pirámide Poblacional de España en 2025 y Crisis de Natalidad

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España cuenta en 2025 con alrededor de 49,3 millones de habitantes, con un ligero predominio de mujeres (50,94% de la población) sobre hombres. La estructura por edades muestra una marcada tendencia al envejecimiento: los menores de 15 años representan solo un 12,7% de la población total, mientras que los mayores de 65 años alcanzan el 20,9%. Esta situación evidencia un saldo vegetativo negativo, ya que actualmente se registran unas 118 mil defunciones más que nacimientos cada año, reflejando un crecimiento natural fuertemente contractivo. La tasa bruta de natalidad se sitúa en mínimos históricos (en torno a 6,5 nacimientos por mil habitantes), al tiempo que la esperanza de vida es de las más altas del mundo (aproximadamente 84 años de media). En conjunto, España presenta una pirámide poblacional regresiva, con una base estrecha de población joven y un amplio volumen de adultos mayores, típica de países desarrollados con baja natalidad y mortalidad, y por tanto una sociedad envejecida y con tendencia a envejecer aún más.
Pirámide de población de España en 2025. La población de España alcanzó un máximo histórico de 49,3 millones de habitantes en 2025, con una distribución por sexo muy equilibrada (50,94 % mujeres frente a 49,06 % hombres). La pirámide demográfica española presenta una forma regresiva, típica de países desarrollados: una base juvenil estrecha y un ensanchamiento en las edades adultas medias. Apenas un 12–13 % de la población tiene menos de 15 años, mientras que los mayores de 65 años representan en torno al 20–21 % del total. Se observa un abultamiento en los grupos de 40–54 años (cohorte del “baby boom” tardío) y un claro predominio femenino en las edades más avanzadas, reflejando la mayor esperanza de vida de las mujeres. Fuente: INE (proyección 2025).
La configuración de la pirámide demográfica española en 2025 ilustra visualmente esta estructura desequilibrada. Se observa una base cada vez más estrecha en las edades jóvenes y, en contraste, una proporción notable de personas en edades adultas y avanzadas. En particular, las cohortes nacidas durante el “baby boom” de finales de los 70 y principios de los 80 ahora engrosan los grupos de edad de 40 a 50 años, los más numerosos del país. Por otro lado, las generaciones más jóvenes son mucho menos numerosas, resultado directo de la prolongada baja fecundidad. Consecuentemente, la forma de la pirámide se asemeja más a un “bulbo” o un hongo que a una pirámide clásica, con menos jóvenes en la base y más mayores en la cima, lo que indica que las generaciones en edad de trabajar tendrán crecientes dificultades para sostener a la población jubilada.
Evolución demográfica desde el año 2000: natalidad en declive y aumento del envejecimiento
La dinámica demográfica de España en las últimas dos décadas ha estado marcada por un fuerte descenso de la natalidad y el envejecimiento progresivo de la población. A comienzos de la década de 2000, España ya exhibía una de las tasas de fecundidad más bajas de Europa (en torno a 1,2 hijos por mujer en el año 2000), muy por debajo del nivel de reemplazo generacional de 2,1. Sin embargo, gracias en parte a la llegada de inmigrantes jóvenes, los nacimientos repuntaron ligeramente hasta mediados de los 2000. El número anual de nacimientos pasó de unos 398 mil en el año 2000 a un máximo de 520 mil en 2008, acompañando un alza de la tasa de natalidad hasta ~11‰ y de la fecundidad hasta 1,44 hijos por mujer. A partir de 2009, esta tendencia se invirtió: tras la crisis económica y la continuación de factores socioeconómicos adversos para la maternidad, la natalidad entró en declive constante. En 2023 nacieron solo 320.656 niños en España, un mínimo histórico contemporáneo (un 38% menos que en 2008). La tasa global de fecundidad se redujo paralelamente hasta 1,12 hijos por mujer en 2023, la cifra más baja registrada, consolidando a España entre los países con menor natalidad del mundo. Este desplome de la natalidad se atribuye a múltiples factores: retraso en la edad de maternidad (más de 32 años de media) por motivos educativos y laborales, inestabilidad económica, dificultades de conciliación y acceso a la vivienda, y cambios sociales en las preferencias familiares.
Evolución anual de nacimientos en España (2000–2023). Durante las primeras décadas del siglo XXI, los nacimientos en España mostraron una tendencia primero ascendente y luego marcadamente descendente. El número de nacidos vivos aumentó desde alrededor de 398 mil en el año 2000 hasta un pico de 519 779 nacimientos en 2008, impulsado en parte por el aporte de la inmigración y un ligero repunte de la fecundidad. A partir de 2009 comenzó un descenso continuo: en 2023 nacieron solo 320 656 bebés, un 24 % menos que una década atrás. Esta caída sostenida se relaciona con la reducción de la fecundidad y el menor número de mujeres en edades fértiles tras el boom previo. De hecho, 2023 marcó un mínimo histórico de nacimientos, profundizando el crecimiento natural negativo de la población española. Fuente: INE (estadísticas de nacimientos).
Paralelamente, España ha experimentado un marcado envejecimiento poblacional. La combinación de baja natalidad persistente y mayor longevidad ha elevado progresivamente el peso de las cohortes de mayor edad. En el año 2000, los mayores de 65 años representaban en torno al 16-17% de la población (frente a ~14,5% los menores de 15). Para 2025, como se indicó, el grupo de 65+ alcanza casi 21%, mientras el de menores de 15 años cae a 13%. Esto significa que actualmente España tiene muchos más mayores que niños, invirtiéndose la pirámide poblacional respecto a décadas pasadas. La proporción de niños y jóvenes incluso llegó a estabilizarse ligeramente en torno al 15% durante la primera década del 2000 – gracias al citado repunte de nacimientos – pero desde 2015 entró en descenso, hasta situarse hoy en su nivel más bajo histórico. Al mismo tiempo, la esperanza de vida al nacer aumentó de unos 80 años en 2000 a 83-84 años en la actualidad, y la supervivencia en edades avanzadas (80, 90 años…) es cada vez mayor. Estos factores combinados ensanchan la cúspide de la pirámide demográfica: cada cohorte sucesiva de personas mayores es más numerosa que la anterior, mientras que las cohortes jóvenes son cada vez menos numerosas. En consecuencia, la mediana de edad de la población española supera ya los 43 años (era 35 años en 1980), ilustrando el gran salto generacional ocurrido en las últimas décadas.
Tasa de natalidad y población envejecida en España, Italia, Francia, Alemania y Japón (2023). En 2023, España tuvo una de las tasas de natalidad más bajas de Europa, con apenas 6,6 nacimientos por mil habitantes, muy similar a la de Italia (6,4 ‰). Japón presentó también una tasa extremadamente baja (aprox. 6 ‰), mientras que Francia mantuvo la natalidad más alta entre estos países (casi 9,9 ‰ en 2023). Por otro lado, el envejecimiento poblacional es marcado en Europa y Japón. En España, alrededor del 20 % de la población tiene 65 años o más, proporción similar a Francia y Alemania (≈22 %) pero inferior a Italia (~24 %). Japón se destaca por un envejecimiento extremo: cerca del 30 % de los japoneses superan los 65 años, el porcentaje más alto del mundo. Estas cifras reflejan dinámicas demográficas comunes –baja fecundidad y alta esperanza de vida– con distinta intensidad: España e Italia comparten natalidad muy baja y población muy envejecida, Francia se mantiene relativamente más joven gracias a una fecundidad mayor, y Japón ejemplifica el envejecimiento avanzado. Fuente: ONU e institutos nacionales de estadística.
Comparativa internacional: España en contexto europeo y global
El caso demográfico español se enmarca en una tendencia general de envejecimiento poblacional en muchos países desarrollados, si bien presenta particularidades notables. En Europa occidental, Italia y España destacan por su muy baja natalidad y rápido envejecimiento, mientras que Francia se distingue por una fecundidad comparativamente más alta y una población más rejuvenecida, y Alemania se sitúa en una posición intermedia. Asimismo, Japón representa el extremo del envejecimiento a nivel mundial. Comparando algunos indicadores recientes se aprecia el contexto:
- España (2025): ~12,7% de población joven (0-14 años) y 20,9% de 65+. Tasa de fecundidad ~1,2 hijos/mujer y natalidad ~6-7‰. Es uno de los países más envejecidos de Europa, aunque aún por debajo del caso japonés.
- Italia: Perfil muy similar al español. Los menores de 15 años son solo 12,2% y los mayores de 65 alcanzan 24,3% de la población, constituyendo una de las sociedades más envejecidas del mundo. Italia registró apenas 379.000 nacimientos en 2023, mínimo histórico, con una tasa bruta de natalidad de ~6,3‰. Su fecundidad ronda también 1,3 hijos por mujer.
- Alemania: Aunque tiene baja natalidad, en los últimos años su fecundidad repuntó ligeramente (~1,5 hijos/mujer) gracias a políticas familiares y migración. En 2023, 13,9% de la población alemana era menor de 15 años y 22,4% tenía más de 65. Alemania encara un fuerte envejecimiento (se proyecta ~30% de mayores en 2030) pero ha compensado parcialmente su declive natural mediante inmigración sostenida.
- Francia: Contrasta con los anteriores por mantener la natalidad más elevada de Europa occidental. Su tasa de fecundidad (~1,8) es la única cercana al reemplazo gracias a amplias ayudas familiares. En 2023 los menores de 15 representaban 17% de los franceses, y los mayores de 65 eran alrededor de 21%. Francia envejece a ritmo más lento y su pirámide tiene una base relativamente más ancha, fruto de políticas pronatalistas eficaces.
- Japón: Es el referente de sociedad super-envejecida. Solo 11,6% de los japoneses tienen menos de 15 años, mientras que casi 29,6% superan los 65. Japón lleva décadas con fecundidad en torno a 1,3 y con muy poca inmigración, lo que ha provocado reducción absoluta de su población y enormes desafíos para su economía y sistema social.
En términos comparativos, España e Italia comparten la característica de estar entre los países con menor tasa bruta de natalidad del mundo (aprox. 6–7 nacimientos por mil habitantes) y fecundidades muy bajas, lo que les ha llevado a tener pirámides regresivas parecidas. Alemania y otros países centroeuropeos igualmente tienen crecimiento natural negativo, pero han mitigado el descenso poblacional con políticas migratorias y recientes incrementos de nacimientos modestos. Francia se acerca más a una pirámide estacionaria (más equilibrada) gracias a su mayor natalidad. Fuera de Europa, Japón destaca por su extrema longevidad y bajísima natalidad, anticipando en cierta forma el futuro que podría esperar a España de no revertirse las tendencias actuales. De hecho, el índice de dependencia (relación entre población anciana y activa) de España todavía es inferior al de Japón, pero la distancia se acorta rápidamente. En resumen, a nivel internacional España ya se sitúa en el grupo de países más envejecidos, solo superada por naciones como Japón o Italia, y su crisis de natalidad es de las más pronunciadas.
Evolución de la tasa de fecundidad en España (2000–2023). Número medio de hijos por mujer. La tasa de fecundidad en España ha sido persistentemente baja. Partiendo de ~1,2 hijos por mujer en el año 2000, experimentó un leve ascenso durante la década de 2000 –alcanzando un máximo de 1,44 en 2008– para luego descender de nuevo en los años siguientes. Desde 2013 la fecundidad entró en una fase de caída continua, situándose en apenas 1,12 hijos por mujer en 2023, uno de los valores más bajos de Europa. Este nivel está muy por debajo del umbral de reemplazo generacional (≈2,1) necesario para mantener estable la población en ausencia de inmigración. La postergación de la maternidad, las dificultades económicas (especialmente tras la crisis de 2008) y cambios socio-culturales han contribuido a esta crisis de natalidad. En suma, España ha pasado en dos décadas de una fecundidad moderadamente baja a mínimos históricos, agravando el envejecimiento poblacional ya observado. Fuente: INE (Indicadores demográficos).
Proyecciones futuras y desafíos socioeconómicos
Las proyecciones demográficas oficiales anticipan que las tendencias actuales continuarán profundizándose en las próximas décadas, planteando importantes retos sociales y económicos. Según las Proyecciones de Población del INE (2024–2074), incluso manteniendo la baja natalidad actual, España podría ganar población a medio y largo plazo debido a la inmigración. De hecho, se estima que en los próximos 15 años la población aumentaría en unos 5,1 millones, superando los 53,7 millones de habitantes hacia 2039, y alcanzando un máximo de 54,6 millones en 2074. Este crecimiento, sin embargo, descansaría exclusivamente en el saldo migratorio positivo, ya que durante todo el periodo se espera un saldo vegetativo negativo (más muertes que nacimientos cada año). El INE asume entradas netas de inmigrantes suficientes para compensar ese déficit de nacimientos; de hecho, proyecta una llegada de unos 375.000 inmigrantes anuales de media hasta 2053. Como resultado, la proporción de población nacida en el extranjero aumentaría considerablemente: actualmente los nacidos en España son el 82% de la población, y en 50 años bajarían a apenas el 61% del total. Es decir, 4 de cada 10 residentes podrían ser de origen extranjero a mediados de siglo, reflejo de la fuerte inmigración necesaria para sostener demográficamente al país.
No obstante, aun con cierto crecimiento de población total, España se encaminará a ser una sociedad significativamente más envejecida en 2050. Las proyecciones indican que la población de 65 años o más pasaría del ~20% actual a alrededor de 30% en 2050-2055, y se mantendría en torno a ese nivel (uno de los más altos del mundo). En paralelo, la población infantil y juvenil continuará disminuyendo en ausencia de un boom de natalidad inesperado. Organismos internacionales como la ONU y Eurostat concuerdan en este pronóstico de ensanchamiento de la cima poblacional: para 2050, España tendría en torno a 12 millones de personas mayores de 65 (frente a ~9,5 millones hoy) y muchos menos jóvenes. La edad mediana podría superar los 50 años a mediados de siglo si no varían las tendencias.
El impacto socioeconómico de esta evolución demográfica será considerable. Un primer efecto será sobre el mercado laboral: la población en edad de trabajar (habitualmente 16–64 años) decrecerá en términos absolutos y, en todo caso, será una porción menor del total nacional. Se estima que en 25 años habrá 2,5 millones menos de personas activas en España solo por efecto del envejecimiento y la baja natalidad, pasando de 31,7 millones de potenciales trabajadores en 2023 a unos 29,2 millones en 2048. Esto ejerce una presión alcista sobre el mercado de trabajo, donde podría haber escasez de mano de obra en ciertos sectores y, a la vez, requerirá extender la vida laboral de las personas mayores para compensar la falta de relevo generacional. De hecho, según el Banco de España, el envejecimiento ya está lastrando la productividad y el crecimiento económico del país, al reducir el dinamismo de la fuerza laboral y alterar los patrones de consumo e inversión. El FMI proyecta que el envejecimiento podría recortar ~1,1 puntos porcentuales del crecimiento económico anual mundial entre 2025 y 2050 respecto a las décadas anteriores, si no se implementan políticas que lo mitiguen. En España, esta “trampa demográfica” implicará un crecimiento económico más débil y posiblemente mayores dificultades para financiar el estado de bienestar.
El desafío más acuciante recae sobre el sistema de pensiones y la sostenibilidad financiera de la protección social. Con cada vez más jubilados y menos cotizantes, la tasa de dependencia de mayores (razón entre población ≥65 y población en edad de trabajar) se disparará. Actualmente hay unos 3,2 personas en edad activa por cada mayor de 65 (una tasa de dependencia en torno al 31%). Para 2050, dicha tasa superará el 50%, lo que equivaldría a solo 1,6 trabajadores por cada jubilado. Otros cálculos señalan una tasa de dependencia demográfica del 53,7% en 2050, frente al 31% de 2022. Esto supone una carga enorme para el sistema de pensiones contributivas: con las condiciones actuales, harían falta alrededor de 6 millones de cotizantes adicionales en 2050 (sobre los ya previstos) para lograr un equilibrio financiero sin déficit. Es un aumento muy superior al que podría alcanzarse incluso reduciendo el desempleo a mínimos históricos. En términos prácticos, si no se reforma el sistema, el Estado tendría que destinar una proporción creciente del PIB al pago de pensiones, comprometiendo otras partidas o generando endeudamiento. Algunas medidas en discusión incluyen elevar la edad efectiva de jubilación, fomentar planes de pensiones complementarios o modificar el cálculo de prestaciones, pero ninguna solución es sencilla dado el alcance del cambio demográfico.
Además de pensiones, el gasto sanitario y sociosanitario también aumentará sustancialmente al haber más población de la tercera edad (mayores necesidades de salud, dependencia y cuidados de larga duración). La presión sobre los sistemas de salud podría requerir reasignación de recursos y reformas para atender a una población envejecida (por ejemplo, más servicios de geriatría, cuidados a domicilio, etc.). También podrían surgir desequilibrios territoriales: zonas rurales y regiones con mayor éxodo juvenil podrían ver agravada su despoblación y el envejecimiento local, mientras las áreas urbanas receptoras de migración quizá mantengan mejor su base activa.
Frente a estos desafíos, los expertos señalan varias palancas de acción. En primer lugar, fomentar la natalidad mediante políticas familiares (ayudas económicas directas, facilidades de conciliación, educación infantil accesible, incentivos fiscales por hijo, etc.) es deseable, aunque sus efectos serían a largo plazo y difícilmente lograrían elevar la fecundidad hasta el nivel de reemplazo. Hasta ahora, las iniciativas en España han tenido impacto limitado: ningún país del entorno ha conseguido sostener una fertilidad de 2,1 con políticas conocidas, si bien Francia o los países nórdicos demuestran que se puede mejorar parcialmente. En segundo lugar, potenciar la inmigración es la vía más inmediata para paliar el declive poblacional. España, de hecho, ha recibido un importante flujo migratorio en las últimas décadas (solo entre 2022 y 2024 ingresaron 1,2 millones de inmigrantes netos). Sin embargo, la inmigración por sí sola no basta: según cálculos de CaixaBank Research, para mantener la actual ratio de dependencia España necesitaría atraer cerca de un millón de inmigrantes al año durante 30 años, una cifra irrealizable que multiplicaría por mucho las previsiones actuales. Además, flujos migratorios de tal magnitud conllevarían retos de integración social y provisión de servicios públicos. En tercer lugar, se propone aumentar la participación laboral interna, especialmente de colectivos infrarrepresentados: fomentar una mayor tasa de actividad femenina (reduciendo la brecha de género en empleo) y aprovechar la capacidad laboral de los trabajadores mayores, promoviendo su permanencia voluntaria en el mercado más allá de la edad típica de retiro. Con mejores políticas de formación continua, salud laboral e incentivos, se podría atenuar la reducción de la fuerza de trabajo aprovechando la experiencia de personas de 55-70 años, por ejemplo.
En conclusión, la pirámide poblacional de España en 2025 refleja los efectos acumulados de décadas de baja natalidad y mayor esperanza de vida. El país se halla en un punto crítico demográficamente: con cada vez menos nacimientos y más personas mayores, la tendencia de envejecimiento continuará acentuándose en ausencia de cambios disruptivos. Las comparaciones internacionales sitúan a España entre las naciones que más rápidamente envejecen, compartiendo retos con vecinos como Italia o Alemania, aunque con algo más de margen que Japón. Las proyecciones oficiales y de organismos internacionales concuerdan en que el desafío demográfico marcará el futuro del país en las próximas décadas. Abordar este reto requerirá un enfoque integral de políticas: desde estímulos a la natalidad e inmigración ordenada, hasta reformas en mercado laboral, pensiones y sistemas de cuidados, que permitan mantener la prosperidad y cohesión social en una sociedad cada vez más longeva. Como enfatizan los analistas, el equilibrio entre generaciones será clave para garantizar la sostenibilidad económica y el bienestar intergeneracional en la España del siglo XXI.
Fuentes: Datos demográficos del INE (Cifras de población y Estadísticas de natalidad, mortalidad y proyecciones), informes de Eurostat y ONU, y análisis de expertos (CaixaBank Research, FMI) sobre el impacto del envejecimiento. Las comparativas internacionales se basan en indicadores oficiales de cada país.
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