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Estudiar una carrera después de los 50: la nueva puerta a las oportunidades

Estudiar una carrera después de los 50: la nueva puerta a las oportunidades

Lo que hace unas décadas parecía una rareza, hoy se ha convertido en una tendencia clara: cada vez más personas mayores de 50 años deciden volver a las aulas para cursar una carrera universitaria o técnica. Ya no se trata solo de cumplir un sueño personal, sino también de mantener la empleabilidad, reinventarse profesionalmente y abrir nuevas puertas en un mercado laboral en plena transformación.

El boom de los estudiantes sénior

Las cifras hablan por sí solas. En Chile, la matrícula de mayores de 50 años en educación superior creció un 157% en la última década, pasando de 10.494 alumnos en 2013 a 26.952 en 2024. En España, el Ministerio de Universidades confirmó que 10.000 personas mayores de 60 años se matricularon en carreras universitarias en el curso 2021/2022, y según AEPUM, en 2022-2023 hubo 42.999 mayores de 50 años inscritos en programas universitarios para ese grupo de edad.

En regiones como Cataluña, Comunidad Valenciana o Baleares, los mayores de 50 representan ya el 6% de la población universitaria, con un crecimiento sostenido en los últimos años. Y todo indica que estos números seguirán subiendo, en paralelo al aumento de la esperanza de vida y a la mejora en la calidad de salud de la población sénior.

¿Por qué estudiar a los 50 o 60 años?

Las motivaciones son diversas:

  • Reinvención profesional: tras décadas de experiencia, muchos buscan iniciar una segunda carrera o cambiar de sector.

  • Actualización: los cambios tecnológicos obligan a aprender nuevas competencias para seguir siendo competitivos.

  • Empleabilidad: formarse es una señal clara para las empresas de compromiso y capacidad de adaptación.

  • Realización personal: cumplir un sueño postergado o darse el lujo de estudiar aquello que apasiona.

Un ejemplo inspirador es el de Mirtha Casas, quien a los 63 años se inscribió en un diplomado para añadir un grado académico a su larga experiencia profesional en comunicación. Según explicaba, “era el momento de sumar conocimientos que me permitan comunicarme mejor y con nuevas estrategias”.

Otro caso lo encontramos en España: una funcionaria decidió comenzar la universidad a los 58 años y, lejos de limitarse, se preparaba para irse de Erasmus con sus compañeros más jóvenes. Confesaba sentirse “más preparada intelectualmente que a los 28”, demostrando que la motivación y la madurez pueden ser un gran activo en la vida académica.

Impacto en la vida laboral

Volver a estudiar después de los 50 no es solo una cuestión simbólica, sino una herramienta real para mejorar las oportunidades profesionales.

Los estudios muestran que quienes obtienen un título o una certificación a mitad de la vida laboral pueden aumentar sus ingresos y ampliar sus opciones de ascenso. Además, la combinación de experiencia práctica y nuevas competencias genera perfiles muy atractivos para las empresas.

En sectores como la tecnología, la salud, la educación y la sostenibilidad, estos profesionales sénior destacan como perfiles híbridos: entienden el negocio gracias a su trayectoria, y ahora también dominan las herramientas modernas que transforman las industrias.

La educación también se convierte en motor de emprendimiento. En EE.UU., más del 25% de los nuevos emprendedores tienen entre 55 y 64 años, y el fundador promedio de una startup exitosa tiene 45. Con formación reciente y redes de contactos sólidas, cada vez más mayores de 50 se animan a crear empresas, asesorías o proyectos propios.

Un cambio en la mirada empresarial

Aunque persiste el edadismo en algunos procesos de selección, cada vez más empresas reconocen el valor del talento sénior actualizado. En España, compañías como Axa, Endesa o Pernod Ricard han sido reconocidas por sus políticas de inclusión generacional, afirmando que la diversidad de edades es clave para la competitividad.

En entornos corporativos, los mayores de 50 con nuevas credenciales asumen roles de liderazgo maduro: son mentores, guías para jóvenes profesionales y gestores de proyectos estratégicos. Las organizaciones que apuestan por este talento descubren que la experiencia sumada a la formación continua genera equipos más productivos y resilientes.

El papel de la formación online

Un elemento decisivo en esta revolución educativa es la formación online y flexible. Universidades como la UNED en España o plataformas digitales internacionales permiten estudiar desde casa, con horarios adaptados y programas modulares.

Gracias a ello, una persona de 55 o 60 años puede cursar un grado, un máster o microcredenciales en áreas como inteligencia artificial, energías renovables o gestión de proyectos, sin tener que abandonar sus responsabilidades familiares o laborales.

Nunca es tarde para crecer

La tendencia es clara: cada vez más personas a partir de los 50 consideran que estudiar es una inversión en su futuro, ya sea laboral, personal o intelectual. Casos como el de Mirtha Casas en Chile o la funcionaria española que se va de Erasmus muestran que la edad no es un límite, sino una ventaja cuando se combina con motivación y experiencia.

Las cifras lo confirman: decenas de miles de adultos mayores se matriculan cada año en programas de educación superior. Y el mercado laboral empieza a valorar lo que ellos representan: perfiles capaces de unir sabiduría práctica y competencias modernas.

Estudiar una carrera después de los 50 no solo abre libros: abre caminos, proyectos y nuevas oportunidades de vida.


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